Entramos en el cuarto de un niño de unos 6 años. Está sentado en la cama. Su mamá nos dice que nos estaba esperando. Y en su cara se puede ver la ilusión con la que lo ha hecho. Tras cantarle una canción, la madre nos dice:
– ¿Sabéis?… él también sabe cantar…
– Ah… ¿de verdad? – Respondo junto al Doctor Ambulancio.
El niño comienza a cantar con una actitud medio tímida, pero con una voz cristalina, digna de una banda sonora de cualquier película. Ambulancio y Baldomero escuchan con atención con sus cuerpos ligeramente inclinados hacia delante. El niño termina de cantar y en el silencio se escucha el eco de su voz que por un momento lo ha inundado TODO… Por dentro me invade una emoción grande de gratitud y la impresión de haber recibido un regalo enorme nacido del corazón…
– ¡Guau!… ¡qué bonita!… muchas gracias… ¿puedes cantarla otra vez?…
La emoción y la alegría del niño son evidentes. En mi fuero interno tengo la sensación de que él necesitaba de alguna manera, y estaba deseoso de compartir y ofrecernos «eso» que llevaba dentro. Y es que hay veces en las que a uno le toca no hacer, sino escuchar y recibir… y para muestra… un ratón.
Luka Soriano (Enfermero Baldomero)