Diario de un clown de hospital

Vale la pena

Hago una reflexión tras el taller con el psicólogo de Aspanion: ¿Qué me hace seguir adelante en este trabajo? ¿Qué me motiva y hace que la balanza se incline hacia el «vale la pena»? Contesto con un caso reciente.

Una niña llamada Mariana de casi 2 años, está en la escuela de oncología. La maestra que nos ve llegar, nos advierte de que la pequeña tiene un poco de miedo a los payasos. Avisados ya, nos acercamos al cristal.

El «Dotor» Max Recetax (Sergio Claramunt) saca su marioneta, el conejito Carloto, el cual se asoma por el cristal. Al otro lado está Mariana con su mamá. La primera reacción es un mohín de disgusto y una mirada de desconfianza. Carloto se agarra al extremo de una cometa que hay adornando el cristal de la escuela. El conejo se balancea. De pronto, un mar de pompas de jabón envuelve esta escena.

La enfermera Mina (mi payasa), mira sin ser vista por la niña y vuelven mágicamente las pompas. Carloto juega con ellas. Y Mariana comienza a abrir los ojos cada vez más. Detrás de su chupete se dibuja una tímida sonrisa. Su mamá, cómplice de los payasos, la anima a seguir la escena. De pronto y tras un millón de pompas aparece la cara de Mina. La payasa mira a Carloto risueña y éste estornuda, haciendo que sus enormes orejas alcancen la roja nariz de Mina. Con cada estornudo de Carloto, Mina es desplazada, como si un viento huracanado la empujara hacia atrás. Es entonces cuando el pequeño milagro se obra. Mariana comienza a reír tímidamente hasta que brota de ella una carcajada cantarina que le hace caer de la boca su chupete rosa. La conexión es total y todas las tonterías payasiles funcionan. Max, Mina y Carloto se despiden lanzando besos y recibiendo los que les lanzan Mariana y su mamá.

Para mí, pequeños momentos como éste, son los que dan valor a nuestro oficio. La trascendencia de un instante.

Asun Cebrián (Enfermera Mina Mercromina)

Mina Mercromina con guitarra en la cabeza y camisa naranja