En el servicio Hospital de día del Clínico, el Doctós Càpsulo (Jaume Costa) y yo visitamos a Noelia. La conocí en mayo del año pasado cuando ingresó como debut en la planta de oncología. La pequeña, de procedencia rumana, con gran mirada y manos inquietas, conectó con el mundo vacuno que acompaña a mi clown, la Doctora Vacuna, desde el primer día.
Seguramente tuvo que ver aquel enorme peluche en forma de vaca al que abrazaba y cuidaba con mimo. Ese día se hizo amiga de la Señora Vaca, mi marioneta, a través de la cual derrochó ternura y juego. Recuerdo que le decía: “Señora Vaca… ¿quiere dormir o bailar?… ¿Dormir?… ¡Vale!…”, y a modo de cuna se la acercó a su corazón, balanceándola y transmitiéndole/me su onda, su latir.
Aquel día Noelia era la única niña que había en el servicio. Así que cuando nos vio entrar se acercó contenta, pegando saltos, sonriendo. Con sus ojos despiertos y la abundante melena despeinada que le adornaba su pequeña cabeza. Dispuesta, y encontrando multitud de posibilidades de juego, nos observaba de arriba abajo. Se quedó prendada al escuchar el sonido de los instrumentos. Miró la flauta travesera y quería soplarla. Su mamá promete que algún día la apuntará para que aprenda a hacerla sonar. Mientras, tocamos y cantamos. A la voz de Natalia: ¡Una, dos y tres! Càpsulo se duerme sobre su mandolina y la niña espera a que se incline para pararlo y evitar que se caiga: ¡Càpsulo!
Es reconfortante contribuir a la alegría de esta niña y verla llena de energía, creciendo, jugando, escuchando con el deseo intenso del que quiere aprender y vivir plenamente.
Laura Suñer (Doctora Vacuna)