En la UCI vemos a Gemma, una niña de 2 años con múltiples problemas de salud. Nos dicen que está muy sola. Su madre la visita de vez en cuando, pero parece que no le dedica toda su atención. Intervenimos Microscopio (Ventura Cano) y yo a distancia prudencial. Iniciamos una canción sonora dulce y muy calmada, una melodía de la película “Amelie”. La música parece empatizar bien con su estado de ánimo. Comenzamos a estimularla con cambios de altura, después con pompas de jabón. La niña está tumbada y nos observa atenta, aunque en su cara no se lee ninguna emoción. Está… pero no está. Minutos después detecto un cambio en su mirada (como que abre una puerta), aumentamos el ritmo de la música haciéndola más animada. Parece que empieza a conectar. Cuando la siento confiada, cojo suavemente un gato de peluche que tiene en la cama. Nada más verlo extiende sus brazos para que se lo dé. Lo coge y lo pone delante de su cara. Apuesto entonces por el recurrido: – ¡¡Uy!! ¡¡No está!!
La pequeña aparta al gato.
– ¡¡¡Uy, sí que está!!!
El juego está servido. Una pequeña sonrisa en sus ojos también. A los dos días, igualmente en la UCI, un niño de 4 años se ríe bien a gusto con la caída de una caja de mascarillas que Mero (el nombre de mi payaso) deja una y otra vez en una mesa camilla. La cara de los padres es un poema y lo observan atentos con una sonrisa en los ojos. El sonido de la risa inunda el espacio. Terminamos la escena con una canción que provoca más risas del niño al ver dormirse a Baldomero. Al acabar la canción escuchamos aplausos detrás de nosotros, al girarnos vemos un corro de personal sanitario y a Gemma sentada en su cama… ¡Aplaudiendo!
Luka Soriano (Enfermero Baldomero)