Diario de un clown de hospital

En casa de Carol

La mamá de Carol nos pidió un poco más de tiempo, la pequeña de seis años, aún no estaba lista. Habíamos llegado 30 minutos antes de lo previsto a su casa porque la anterior la visita domiciliaria había acabado antes. Según nos informó la enfermera, a Carol últimamente le habían aumentado los dolores producidos por su enfermedad. No había reaccionado de manera positiva a los últimos tratamientos y sobreponía sus dolores a base de grandes dosis de morfina. La leucemia aguda parecía ser irreversible. 

La pequeña había solicitado explícitamente la visita de los payasos. De esta manera nos lo transmitió Esther, la enfermera que formaba parte del equipo de domiciliaria ese día. Así que el enfermero Baldomero (Luka Soriano) y la Doctora Vacuna (yo misma) se prepararon desplegando sus sensibles antenas de escucha. Y, desde el corazón, se entregaron a la importante tarea de percibir las necesidades de Carol.

Ya preparada, la niña nos esperaba, sentada en su silla de ruedas. Nos recibió en el comedor de la casa, éste se comunicaba con el recibidor a través de una gran puerta. El juego empezó desde el instante que tratamos de pasar de ese recibidor al comedor. Carol nos miraba fijamente y fue haciendo peticiones con cada pequeña expresión que poco a poco su tímida mirada nos lanzaba. Así, entre canciones, pompas, adivinanzas, marionetas y caídas “imprevistas” de Baldomero, fuimos construyendo desde aquel pequeño comedor, el infinito mundo que ella misma creaba. Su madre, sentada tras de ella, sonreía con lágrimas en los ojos, observaba perpleja la inédita energía de Carol. Y ésta, mientras reía, dejaba caer su cabeza hacia atrás apoyándose en la silla o se tapaba la cara ante los despropósitos de estos dos payasos. La sensación de gratitud que se siente al salir de este tipo de intervención es indescriptible. Tiene que ver entre lo que recibimos como payasos y lo que la pequeña recibe como paciente.

Laura Suñer (Doctora Vacuna)