En el último box de la UCI pediátrica del Hospital Clínico se encontraba Ricardo, un niño de 10 años ingresado por un problema respiratorio. Estaba solo y… llorando. Se nos encogió el corazón al verlo en ese estado y una mirada de complicidad entre mi compañero, el Profesor Microscopio (Ventura Cano) y yo, bastó para ponernos en acción de inmediato.
Comenzamos con mucha cautela presentándonos de una forma suave, pero muy tonta. El niño moderaba sus lloros sin perdernos de vista. Acabada esta tímida introducción, Microscopio le preguntó si le gustaba la magia. El pequeño afirmó con un leve movimiento de cabeza. Mi colega le advirtió que el “Dotor” Max Recetax (el nombre de mi payaso) era un gran mago. Yo me hice el sorprendido y con mucho apuro le dije a Microscopio que no tenía ni idea de lo que decía. Micro insistió y anunció que Max iba a hacer desaparecer el pañuelo que sacó de mi bolsillo. Sin poder eludir la situación, me puse manos a la obra.
Al primer intento de desaparición, Ricardo no dudó en señalar con su dedo dónde había ido a parar el pañuelo. El mago no era muy eficaz, sin embargo el jovencito ya había cesado su llanto. Tras varios esfuerzos frustrados, a cada cual más ridículo, creí que ya lo había conseguido, pero el pañuelo sobresalía descaradamente por debajo de mi sombrero tapándome media cara. El muchacho comenzó a sonreír. Mi payaso, desesperado, le pidió entonces un soplo mágico y… esta vez por fin… ante el asombro de los tres… ¡el pañuelo desapareció! Todos estupefactos buscamos en vano dónde podría estar el trapo evaporado. Un nuevo soplo de nuestro protagonista lo hizo aparecer de nuevo. Agradecidos y maravillados ante tal destreza, nos despedimos dejando al chaval perplejo y encantado, con un estado muy lejano al que le habíamos encontrado.
Mi camarada y yo salimos de la UCI gratamente satisfechos de contribuir al drástico cambio de humor del afligido y extraordinario mago.
Sergio Claramunt (Dotor Max Recetax)