El personal sanitario de la UCI del Hospital Clínico de Valencia nos informó que Yasira era una niña marroquí de 12 años que estaba ingresada por una insuficiencia cardíaca. Nos aproximamos a ella con cierta precaución y descubrimos con agrado su apertura en una tímida sonrisa. En ese momento llegaron sus padres y poco a poco iniciamos nuestras persecuciones, tropiezos y torpezas. La jovencita y sus progenitores comenzaron a reír. Contentos de nuestro éxito nos despedimos con bromas y traspiés.
Al salir de este servicio nos dirigimos a la UCI Neonatal, pero justo antes de entrar me encuentro con dos niños pequeños. Están solos y un tanto asustados en el pasillo, superados por la fría antesala. Al vernos, sus ojos se agrandan llenos de ilusión y curiosidad. Ante tal circunstancia me detengo un instante. Miro alrededor y no veo a nadie. Me sorprende que no estén acompañados por algún adulto, y de repente caigo en la cuenta. Recuerdo las normas de la UCI: los menores tienen restringidas las visitas en esta unidad. Deduzco que son los dos hermanitos pequeños de Yasira. Sus padres han entrado a visitar a su hermana mayor y han quedado medio desamparados en la puerta, o por lo menos esa es la sensación que me causan.
Sin dudarlo un segundo, me agacho a su altura. Es un niño y una niña de unos 5 y 6 añitos respectivamente. Me presento risueño y saco de mi bolsillo mágico dos pegatinas de colores. Una para cada uno. Los niñitos me sonríen emocionados. Sus caritas se han transformado. Nos despedimos con gestos infantiles, sin mediar palabra. Me siento aliviado. Sus miradas reflejan agradecimiento. Yo, también lo estoy. Gratificado por la oportunidad que me brinda la ocasión.
Cuando un crío está grave, repercute en toda la familia. Nuestra misión es cuidar y estar atentos a todos ellos, sobre todo a los más frágiles: los hermanitos pequeños.
Sergio Claramunt (Dotor Max Recetax)