Llegamos a trasplantes en el Hospital La Fe, donde seguía estando Nael de 4 años, ingresado por trasplante hematopoyético. Las enfermeras, y también la maestra, nos informan sobre su bajo estado de ánimo. “Antes cooperaba y participaba en los juegos”, nos dicen.
Cuando mi compañero, el profesor Microscopio (Ventura Cano) y yo, entramos en su habitación, Nael estaba recostado hacia la puerta, tapado hasta el cuello con una suave sábana blanca. Parece que duerme, le acaban de medicar e intuimos que reposa. Su madre, sentada a sus pies nos ve y sonríe, dirige entonces la mirada hacia su hijito. Contenta le dice: “¡Mira Nael, han venido a verte!”, pero el pequeño hace como que duerme y nosotros seguimos el juego. “Shhh…vamos a cantarle una nana, que está durmiendo”, dice Micro, y comenzamos a entonar “Dormi tesoro”.
Cuando acabamos, dispuestos ya a marcharnos, de repente Nael abre los ojos. Sorprendidos volvemos a cantar la nana. La madre ríe a carcajadas. El muchachito vuelve a hacerse el dormido. Terminamos de cantar, suavecito. Despacito nos vamos yendo… Shhh. ¡Pero, el niño vuelve a abrir sus ojos! ¡Ups! Volvemos a “nanear”. Así hasta por lo menos seis veces, que es cuando Nael sonríe, y que es también cuando la energía fluye alegre y sanadora por nuestros corazones.
Laura Suñer (Doctora Vacuna)