A Álvaro, de 4 años, lo tienen que operar de las amígdalas. Pero está como «una moto»: muy agitado y alterado, en plan terremoto. Con nosotros tiene muy buen rollo, aunque quiere cogerlo todo. Se nos tira encima y no hay quien lo pare.
La anestesista, después de haber realizado el contacto previo, se ha ido y ha vuelto. Nos ha encontrado jugando con la mascarilla y ha intervenido diciendo que era muy chulo nuestro juego, pero que ella traía una jeringuilla… Nos hemos sumado inmediatamente a dar buena vibración porque debía ponerle un tranquilizante en la nariz.
En el momento de la inyección no hemos podido hacer gran cosa, ya que ha sido necesario sujetar a Álvaro. Después, con la música, hemos ayudado a que se quedara un poco tranquilo mientras el medicamento hacía su efecto.
En una conversación aparte, la anestesista elogió nuestra intervención y reconoció que en muchos casos nuestro trabajo facilita la labor dentro del quirófano. Tuvimos también un gesto muy bonito de Jota, un celador aficionado a la magia que estaba en el quirófano y que aportó su granito de arena haciendo aparecer una pelotita en mi oreja. Luego se esperó a que Álvaro estuviera más tranquilo para llevarlo a quirófano. Realmente hemos hecho un súper trabajo en equipo, pues en un momento estábamos la anestesista, los payasos y el celador, juntos, todos a una.
Núria Urioz (Cap de Cervell Beni Cilina)